La vida es un tema que tiene múltiples definiciones. Según el estado anímico y/o espiritual de cada persona es la definición que daremos.
Si nuestro estado es doloroso y depresivo la definimos como una mala cosa y hasta en algunos casos no queremos vivirla más. Si lo vemos desde el punto de vista orgánico o médico, la vida es existir, respirar, es que nuestro corazón lata impulsando la sangre hacia los órganos del cuerpo. Si lo vemos en términos espirituales y divinos la vida es una persona: Jesucristo. Y también un estado de esperanza que va más allá del respirar.

Parte de la vida es la muerte, la muerte es ausencia de vida, o sea, cuando se detiene  nuestro corazón o dejamos de respirar, estamos muertos, dejamos de vivir. En lo espiritual cuando estamos lejos de Dios por causa de nuestros pecados estamos muertos porque la fuente de vida es Él.

¿Cómo no va a declarar lo que declaró Pablo?

Para él; si respiraba lo hacía por y para Dios.  Una vida entregada por completo a servir y obedecer al que le da la posibilidad de vivir.

Todo lo que hace a los matices de la vida.  Como cosas  hermosas, saludables y risueñas.  Como también cosas tristes, amargas, dolorosas y feas están puestas en la persona de Cristo, todo lo que vivo está sujeto a Su soberanía.  Él me salvó y me rescató de mi estado de muerte espiritual, para darme una vida que trasciende las fronteras del dejar de respirar.

Pablo dice en la segunda parte “el morir es ganancia”.  No estaba expresando un sentimiento suicida, sino una simple y clara realidad de vida.

El saber que la nueva vida en Jesucristo trasciende la vida como la conocemos, debe producir suficiente fortaleza para ver con esperanza el día de nuestra muerte. Porque verdaderamente estaremos mucho mejor de lo que estamos ahora. Porque todos los matices oscuros, tristes y feos de la vida desaparecen en la presencia de Dios. Su promesa es que allí no habrá tristeza, ni dolor, ni llanto; sólo habrá paz, seguridad, festejo, alegría y mucha, mucha, pero mucha exaltación y adoración al Rey. Contemplaremos asombrados y sorprendidos la grandeza de la gloriosa presencia del Dios Todopoderoso; en quien hemos creído durante el tiempo que respiramos o vivimos sobre esta tierra.

Hermanos que extraordinaria esperanza tenemos, somos hijos de Dios y eso nos califica para vivirla. Somos hijos de Dios y eso nos califica para saber que la vida nueva que Él nos ha dado no termina nunca. ¡Es verdaderamente una eternidad de vida disfrutando de Su compañía!

Todos los días; mientras lata nuestro corazón; sigamos adelante viviendo esta vida en y para Cristo y cuando nos llegue el momento de partir de este mundo, sabremos que morir no es una pérdida, sino una extraordinaria ganancia.  Amén.

Bendigo tu vida dedicada al Señor y tu futura ganancia.

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