No fue un simple estado de angustia el que vivió Nehemías. Fue un verdadero estado de compasión.
Al escuchar el informe del dolor y abandono que vivía Jerusalén y sus habitantes, se quebró en llanto, en duelo, en ayuno y en oración por sus hermanos.
La compasión es una emoción muy profunda que brota cuando logramos comprender y compartir la pasión o el dolor del otro. Es un estimulante divino que nos moviliza a hacer algo para mejorar la situación.
Nehemías no fue indiferente al sufrimiento de sus hermanos. Fue movilizado a orar fervientemente por su gente, a pedir perdón por los pecados cometidos y a confiar en las fieles promesas de la Palabra de Dios.
Se movilizó y activó una campaña para transformar aquel lugar de sufrimiento y desolación en una tierra de alegría y seguridad en el Señor.
Que Dios nos inunde de compasión por nuestra familia, barrio, ciudad y país. Dejemos la queja y la indiferencia. Movilicémonos para transformar el ambiente y que reine el gozo y la paz del Señor en nuestra tierra.
Indiferentes y quietos, no. Compasivos y activos, sí.
Pr. Carlos Ibarra