Cuanto amor hay en esta expresión que el Señor tiene a modo de suspiro por la ciudad amada de Jerusalén. Él mismo siendo Dios durante muchas ocasiones se acercó a través de los profetas para que ella (sus habitantes) se vuelva de sus malos caminos.

Se acercó a ellos para que se arrepientan de sus pecados y le reciban como Señor y Rey.
Se acercó a ellos para que hagan Su voluntad y vivan bajo Sus códigos y principios.
Se acercó a ellos porque los amaba.
Se acercó a ellos porque quería darles salud y medicina para sus almas.

Hoy siento en mi espíritu el mismo suspiro del Señor por Bahía Blanca. La Biblia nos habla de que usted y yo tenemos a Cristo en nosotros y que debemos menguar para que Él se manifieste a pleno. O sea, usted y yo somos representantes de Cristo en la Tierra, en Bahía Blanca.

En este suspiro amoroso de Dios sobre nuestra ciudad es muy importante nuestro compromiso con Él. El Señor quiere acercarse a los habitantes a través de nosotros. Usted y yo siendo representantes del cielo aquí debemos acercarnos a nuestra gente para amarla.

Acercarnos para bendecirla con acciones y gestos concretos.
Acercarnos para traer, en el nombre de Jesús, salud y medicina sobre las almas heridas de los ciudadanos.
Acercarnos para darles el mensaje transformador del Evangelio.
Acercarnos para que ellos lo reciban como Señor y Rey de sus vidas.
Acercarnos para que tengan la oportunidad de arrepentirse de sus pecados y alcanzar el perdón de Dios.
Acercarnos para guiarlos a vivir conforme los principios de la Palabra.

¡Bahía Blanca, Bahía Blanca! Si escucharas el suspiro amoroso del Señor Jesucristo...¡Cuántas cosas cambiarían en vos!

¡Bahía Blanca te bendigo en el nombre de Jesús, nuestro Señor!

Él quiere juntarte y cubrirte, como la gallina a los polluelos.

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