La escena se desarrolla en la entrada a la ciudad. Dos multitudes se encuentran. La que entraba venía festejando los acontecimientos milagrosos, llenos de esperanza y de vida que Jesús proclamaba. La otra multitud salía de la ciudad con angustia, tristeza, desesperanza y muerte. Llevaban a enterrar a un joven difunto. Para peor su madre era viuda. En aquellos tiempos realmente la mujer lo había perdido todo.
Al encontrarse las multitudes, el Señor se acerca a ella y le dice: “no llores”, y los detiene tocando el féretro. Y a partir de allí la historia de esta mujer cambió radicalmente. Su lamento fue cambiado en alegría, gozo y celebración.
¡Hoy también Jesús se acerca y te dice: “no llores”!
Quizá estás caminando en soledad, tristeza o desesperanza. Quizá sentís que lo perdiste todo en la vida. Quizá el dolor de lo sucedido y la incertidumbre de lo que vendrá te abruman.
Quiero decirte que el Señor está allí, a tu lado. Él se acerca, detiene tu marcha y con inmensa ternura y compasión te dice: “no llores”. Hoy es el día donde tu vida experimentará el poder de Dios. Él cambiará tu tristeza en baile (Sal. 30:11)
No lo dudes hoy es el día en que la promesa dicha por Jeremías se cumple en tu vida: “Reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo... y esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová…”
Ptr. Carlos Nelson Ibarra