Fe entrampada [Marcos 6:35-36]

Mis hermanos usaban lo que llamaban una trampera con la que capturaban pajaritos. Los cazaban para luego disfrutar de su canto matutino y observar su comportamiento por horas —sé que es una práctica que merece disciplina—, pero a rigor de verdad, era uno de los entretenimientos que teníamos en el campo.

La trampera disponía de un lugar donde el pajarito, por curiosidad o por alimento, al entrar, quedaba sin posibilidad de salir. Ahora ya no era libre, estaba dentro de una jaula. 

De alguna manera, a los discípulos les entramparon la fe. La visión terrena de los tiempos les enjauló la confianza que decían tener en el Señor. Vieron la necesidad de las personas, que debían alimentarse, que se había acercado la hora de cenar. Vieron que era tarde, le prestaron atención al lugar que era desierto, a que la gente era mucha y a que la hora había avanzado. 

La fe de ellos estaba en una trampa llena de barrotes. 

No recibieron las palabras de Jesús. No confiaron en la orden que les dio: “denle vosotros de comer”. Estaban cansados y no tenían ganas de seguir ayudando. Pero Jesús no les recriminó nada, solo les mandó y los orientó a que sirvan un poco más a los necesitados.

Aún en nuestros momentos donde la fe está atrapada en la jaula de las circunstancias terrenales y no logramos ver con claridad lo que Jesús está haciendo, el Señor sigue enviándonos y usándonos para ayudar y bendecir a otros.

No dejemos que la fe esté enjaulada y limitada por nuestra visión terrenal. Puede ser real que el tiempo haya avanzado, o que el lugar es un desierto, pero nunca dejemos que entrampen nuestra fe. Escuchemos y confiemos en las palabras de Jesús. La historia comienza con el desafío de que ellos le den de comer a la multitud y termina con los discípulos dándole de comer.

Cuando Jesús empeña Su Palabra, la historia nunca termina antes. Finaliza cuando se cumple lo que dijo. 

Confía y no dejes que nada ni nadie te entrampe la fe.

 

Pr. Carlos Nelson Ibarra.

 

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