El Río de Dios, por debajo del umbral [Ezequiel 47:1]

Dios llevó al profeta a la entrada del templo.  Allí le mostró algo extraordinario.  Vio que las aguas salían por debajo del umbral. —Si salieron “por debajo”, quizá la puerta estaba cerrada—.  Era algo que la casa no podía contener, algo que Dios hacía fluir a pesar de tener la puerta cerrada.  La gracia, amor y misericordia de Dios nadie la puede contener.  Desbordan y salen hacia el resto de la tierra y, de a poco, se convierten en un río inmenso que solo se podría cruzar nadando.

Dios tiene por objetivo llegar a los lugares inertes y desolados del mundo, como lo fue el lugar donde llegó el río de la visión de Ezequiel, el mar Muerto.  Dios mostró que la esperanza de vida sale del Templo.  En la actualidad, la esperanza para este mundo está en la Iglesia.  Ya no es un edificio inerte, sino es una edificación de ladrillos vivos.  Porque la Iglesia es un organismo, ¡está viva!

La gracia y misericordia del Señor no pueden ser contenidas por la Iglesia.  Aunque a veces estemos cerrados, el propósito redentor de Dios sale como agua que no se puede contener y crece en tamaño y caudal hasta afectar a todo su entorno —así funciona el Reino de Dios, ver Mt. 13:31-33—.  

Ese río llega a lugares desolados y lo transforma todo.  Nada queda sin ser avivado por Él.  Nada queda sin ser saneado por Él.  Nada queda sin ser prosperado por Él.  El río siempre trae vida, salud y abundancia a todo lo que toca.

 

Buena semana.

Pr. Carlos Nelson Ibarra

 

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