Al mirar la historia de Jonás puedo ver que, de alguna forma, todos tenemos algo de él. Era una persona que conocía Dios. Sabía que Él era justo, y también conocía de Su misericordia.

La forma de pensar de Jonás era “el que las hace, las paga”. No quería que un pueblo pagano y adorador de dioses falsos dejara de pagar el precio de su idolatría. Quería que la justicia de Dios se hiciera visible sin posibilidad de aplicar la misericordia. No quería darles la oportunidad de arrepentirse.

Percibió que él era la herramienta divina para el cambio de toda una ciudad. Por esa razón se escapó y se escondió de Dios, sabiendo aún que era imposible que eso sucediera.

Muchos de nosotros conocemos al Señor de justicia, disfrutamos de Su misericordia, sabemos que somos sus herramientas; pero tontamente decidimos escapar de Su propósito.

Decidimos escondernos en la arrogancia de no asumir la función de servicio que Él nos ha delegado, porque creemos que Dios está equivocado en el ejercicio de su Divinidad.

Amados así como Jonás no pudo impedir el cumplimiento de los planes divinos, tampoco nosotros vamos a poder impedir que Su propósito se cumpla.

Lo que sí va a suceder es que mientras no nos alineemos con Él, todo nuestro entorno sufrirá las tormentas de nuestra desobediencia. Como los marineros que estaban a punto de perder su vida en un naufragio. Hasta la naturaleza sufrirá. Como el pez que sufrió una gran indigestión por haberse tragado a Jonás, quien en los planes del Señor tenía que llegar a Nínive.

A veces por nuestra obstinación de escapar de lo que Él quiere con nosotros hacemos sufrir a familiares, amigos, compañeros de trabajo, hermanos en la fé y en ciertas ocasiones sufren nuestro mal humor hasta nuestras mascotas (jaja).

Siempre es un buen tiempo para recapacitar y volver a hacer aquello que sabemos que tenemos que hacer. Somos herramientas de Dios para que Él cumpla sus propósitos en la tierra. Alineémonos con Él para evitar sufrir y hacer sufrir.

 

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