Nuestra forma de pensar se forja por las experiencias, vivencias y por el conocimiento que vamos adquiriendo. Se enriquece con la forma de expresarnos y comunicarnos con el resto de la creación.
Nos es muy difícil llegar a comprender las situaciones de vida de todos. Se complejiza porque no tenemos toda la experiencia adquirida y nos falta conocimiento de las cosas. A eso, le sumamos que nuestra comunicación del asunto es parcial y limitada. Y, aunque algunos tristemente se lo crean, es imposible, siempre pensar de una forma certera y perfectamente orientada.
¡Cómo nos cuesta entendernos! Y… ¿Entender a Dios? ¡Imposible! Razonamos demasiado Sus dichos cuando deberíamos practicarlos. La Palabra nos muestra su manera de pensar y debemos aceptarla rindiendo nuestra voluntad para cumplirla. Su forma de pensar es perfecta, constante y eterna. Siempre es verdadera y fiel. Él siempre piensa en nuestro bien.
Debemos aceptar que hay una gran distancia entre Él y nosotros. Su obrar es grandioso y sus pensamientos muy profundos. Él es Dios, nosotros sus hijos. Él es todopoderoso, nosotros débiles y necesitados. Su conocimiento es eterno y sin límites, el nuestro es temporal y parcial. Su forma de pensar es profunda y sublime, la nuestra es terrenal y caída.
Siempre nos conviene aceptar y vivir guiados por Sus pensamientos. Él sabe todo lo que era, lo que es y lo que será. Él conoce todo lo que sucedió, lo que sucede y lo que sucederá. Él tiene la capacidad de haber actuado ayer, de hacer hoy y ejecutar mañana. Lo que Él dijo, dice y dirá siempre sucede en el tiempo perfecto.
A Dios no hay que entenderlo, hay que obedecerlo.
Pr. Carlos N. Ibarra