Es curioso. Dios le ordena a su pueblo, que estaba en el exilio, que se instale en esa tierra desconocida y nueva para ellos. Les ordena, a través de Jeremías, que edifiquen casas y que vivan en ellas.
Les estaba animando a que tengan sentido de permanencia y pertenencia. La única forma de ser de bendición para una ciudad es cuando nos sentimos parte de esa comunidad. Pues de no ser así, mantendremos nuestro corazón lejos de ellos y nunca lograremos amar esa tierra.
Nuestra esperanza está en los cielos, allí será nuestra morada eterna. Pero, mientras vivamos aquí, debemos edificar casas y habitarlas. Debemos abrazar el sentido de pertenencia, decidir ser buenos vecinos y ser capaces de amar y de hacer saber que nuestro Señor Jesucristo los ama. Él nos sembró en esta sociedad para ayudar y bendecir a todos los que están a nuestro lado.
Somos ciudadanos de un reino espiritual y eterno. Por eso, tenemos la capacidad de ser muy buenos ciudadanos en esta tierra. Y, hasta que Dios nos lleve a Su morada eterna, estaremos aquí al lado de la gente para que sepan que en Dios hay perdón y salvación. Solo es cuestión de creer. Si crees, serás salvo tú y tu casa, le dijo Pablo al carcelero en Filipos. Su sentido de permanencia en esa cárcel fue el secreto de la conversión de toda esa familia. El sentido de pertenencia y permanencia, puede ser el secreto para que tu vecino conozca el amor y perdón del Señor.
Pr. Carlos Nelson Ibarra