El Río de Dios trae prosperidad [Ezequiel 47:10-12]

 El río que sale desde el templo, trae salud y vida a todo lo que toca. Produce inevitablemente multitud de frutos y prosperidad. 

Todo aquello que está vivo y sano, crece y da buenos frutos.

No hay que ocuparse de hacerlo crecer, solo debemos cuidar que esté sano. Nunca me ocupé de hacer crecer a mis hijos, solo velé para que estén sanos. Si algo está sano, es normal que crezca, que se desarrolle y que dé fruto. De igual manera, no hay que ocuparse de hacer crecer la iglesia, si está sana, crece, prospera y da fruto. Dejemos que el río llegue e inunde nuestros lugares inertes y todo crecerá sano y lleno de fruto. 

Nehemías lo sabía. Batalló contra la enfermedad del rechazo, confiando en que el río de Dios los prosperaría. “Él nos prosperará”, dijo a Sambalat y Tobías cuando menospreciaron el trabajo que realizaban (Neh. 2:20). Él confiaba en el Señor.

Cuando el río de Dios llega, lo transforma todo, lo vivifica, lo completa y lo prospera. 

En sus aguas y en sus orillas hay abundancia, multitud y variedad de peces para dar alimento y abundantes ganancias al esforzado trabajo de los pescadores.

 En los márgenes hay árboles frutales, que fructifican según la estación, son el deleite de cualquiera que pase por allí y se sirva de estos. Y, el “Bonus Track” de que sus hojas sean útiles para medicina.

Abundancia, prosperidad y salud son las bendiciones de Dios para todos lo que están en su río.

¡Señor, que tu río llegue a nuestras vidas!

Cuando dejamos que sus aguas llenen e inunden el alma y el espíritu, las cosas comienzan a producir abundancia, buenos frutos y salud, y aún habrá para compartir con otros. Él nos da el talento de trabajar y producir y la capacidad de disfrutar de los frutos según la estación. Nos trae medicina para nosotros y, también, para sanar a otros.

Somos de los que nadan en el río de Dios. Somos de aquellos que, por la fe, tenemos la capacidad de ser prosperados. Somos de aquellos que creemos que hay fruto abundante para compartir. Somos de aquellos que hemos sido sanados y que, ahora, somos la medicina para todo aquel que se reconoce enfermo. 

 

¡Señor, que tu río llegue a nuestras vidas!

Dejemos fluir esas aguas entre nosotros. Será inevitable que la abundancia, la prosperidad y la salud nos alcancen.

¡Buena semana!

 

Pr. Carlos Nelson Ibarra

 

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