Oremos por la ciudad [Jeremías 29:7b]

Parece algo obvio, pero Dios tiene que mandar a su pueblo a orar por la ciudad en la que viven.  Ciudad que en primera instancia era hostil para ellos.  Eran extranjeros, cautivos.  Gente sin derechos, sujetos a la voluntad de los oriundos de ese lugar.

En medio del dolor del exilio, Dios los llamó a que sean agentes de paz y les da una orden simple, pero muy poderosa: “Rogad a Jehová por ella”.  Les manda que oren, que le pidan al Señor de paz que traiga paz sobre el lugar donde ellos habitan.  Nunca habrá verdadera paz en una región, país o ciudad sino clamamos para que Dios manifieste Su paz.  La oración ferviente lo invita a establecer su gobierno en nuestro lugar.

Fue Dios quien los hizo transportar.  No fueron los babilonios, ellos solo fueron instrumentos para el cumplimiento del propósito divino sobre sus vidas.  Debían clamar a Dios para que primero traiga paz a sus corazones y los sane del rencor.  Los asirios no eran sus verdaderos enemigos.  El más grande enemigo de la paz eran ellos mismos.  Sin la salud de Dios en nuestro corazón y alma, los principales agentes de discordia somos nosotros mismos.  Clamemos al Señor por paz.  Su soberano y amoroso obrar traerá salud a nuestro ser y nos transformará en agentes de paz.

Nuestros verdaderos enemigos no son de sangre ni de carne.  Nuestro enemigo no es ningún ser humano, no es el líder político de turno, ni el funcionario corrupto que conocemos, tampoco es aquel vecino violento, ni ningún otro ser terrenal.  Todos ellos son instrumentos de Dios para cumplir su propósito en nosotros.  La orden de Dios sigue siendo la misma: “clamen al Señor por la ciudad, porque en su paz tendrán  ustedes paz”.  Paz en hebreo es la palabra Shalom, que quiere decir un amplio nivel salud, tranquilidad y prosperidad.  Por nuestro clamor nos llega la salud, la tranquilidad y la prosperidad a nuestra tierra.

Nunca perdamos de vista que nuestra verdadera lucha es espiritual, es contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef. 6:12)

 

Pr. Carlos Nelson Ibarra

 

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