Procuremos la paz Jeremías 29.7a

 ¡Procurad la paz!  Fue la orden de Dios para su pueblo.

El lugar no era el definitivo.  No se iban a quedar allí para siempre.  Pero tenían mucho que aportar para que los habitantes de ese lugar vivieran en paz.

Dios puso en ellos, los transportados, la responsabilidad de ser agentes de paz para la ciudad en la que ahora vivían.  

Al escribirle a los romanos (Ro. 13:14-21), Pablo desarrolla de manera práctica esta orden.  Manda a desarrollar conductas características de verdaderos cristianos.  Les dice que bendigamos a los que nos persiguen y que nunca los maldigamos.  Que nos alegremos con las alegrías de otros y que también lloremos con de dolor de nuestros vecinos.  Que busquemos la hermandad, que no seamos altivos y que nos asociemos con los humildes.  Que no seamos sabios en nuestra propia opinión.  Que no paguemos mal por mal, sino que procuremos lo bueno para con todos los hombres.

Enseña que no nos venguemos, sino que dejemos a Dios actuar: “de Él es la venganza, Él pagará”.  Ayudemos al enemigo, démosle de comer y de beber, si lo necesita.  Que nunca seamos vencidos por lo malo, sino que venzamos con el bien el mal.  Amplía aún más, escribiendo que debemos someternos a las autoridades porque ellas son puestas por Dios (Ro. 13:1-3).  Todo esto debe ser nuestro aporte a la sociedad donde habitamos.

Como el relleno de un sándwich y con “magistral inspiración divina” escribe en el verso 18: “si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.  

Somos agentes de paz.  Nadie puede tener verdadera paz, solo el verdadero cristiano.  Un fiel discípulo de Cristo goza de Su paz, esa paz que sobrepasa nuestra forma de pensar, que nos permite enfrentar y vencer las aflicciones de este mundo.

Somos gente de paz.  Procuremos la paz de nuestra ciudad con acciones concretas y determinadas.  Nadie podrá traer paz, solo nosotros tenemos esa gracia divina.  Derramémosla sobre nuestra ciudad.

 

Pr. Carlos Ibarra   

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