Iglesia - Hospital [Marcos 2:17]

 

Jesús una vez más se encuentra con fariseos. En esta oportunidad no se acercan a él directamente sino a sus discípulos con el fin de cuestionar el proceder de su maestro. Jesús había llamado a Mateo, un publicano que se convertiría en uno de los apóstoles y había ido a comer con él y sus amigos, quizá compañeros de trabajo, otros publicanos. Ser publicano era un oficio que gozaba de un desprestigio social bien ganado.

Cuando Jesús escucha las críticas que despreciaban a quienes estaban comiendo con él y condenan su decisión de reunirse a la mesa con ellos, interviene, altera las etiquetas puestas sobre las personas y da un diagnóstico espiritual perfecto de cada uno. A quienes creían estar sanos los coloca en la vereda de la hipocresía y la santidad superficial; a quienes fueron menoscabados por su estado espiritual de pecado los posiciona al alcance del perdón y la misericordia de Dios; y, llamativamente, según esta metáfora, Jesús queda como el médico, el único autorizado entre ellos para conocer, evaluar, perdonar y sanar a quienes se acercan necesitados.

El problema del hombre siempre estuvo en su interior, no en su exterior. La situación crítica se da en su corazón, no en su apariencia. Jesús no le dijo estas palabras a cualquiera, sino a personas con el virus de la religiosidad, que se creían sanas por su maquillaje, pero necesitaban atención especializada, que sólo se querían tomar la presión, pero necesitaban una sala d4e terapia intensiva. Y lo que es peor, eran personas que querían enseñarle al médico cómo tenía que operar a sus pacientes, cómo intervenir en el corazón del hombre. Su arrogancia no tenía límites.

Por un lado, no querían que los necesitados que se acercaban a Jesús recibieran ayuda, pero tampoco ellos, que eran los más graves, aceptaban su asistencia. Es decir, en medio de la peor enfermedad humana (pecado) rechazaron al único médico capaz de sanarlos.

Ellos pretendían definirle a Jesús a quién debía atender y a quién no. Es decir, querían que Jesús se reservara un derecho de admisión que ellos administrarían. Pero Jesús estableció su propio criterio de admisión y ellos quedaban excluidos. Sí, estamos hablando de que Jesús no atiende a todos. Solo al necesitado, al que busca ayuda, al que se reconoce como enfermo, al pobre de espíritu, al que lo busca con sinceridad y sencillez de corazón. Hay un cartel en la recepción de su consultorio que dice lo siguiente: "Solo se atiende al humilde de corazón".

Nosotros, sus hijos, somos la Iglesia. Y como iglesia somos un gran hospital en el cual Dios sigue dando vida, sanado y restaurando personas y familias. Servimos al gran médico en un mundo infectado de pecado y en estado crítico. Nuestro propósito como iglesia está signado por aquel que la fundó y que la gobierna. Es el mismo que nos sanó a nosotros y que quiere llegar a todos aquellos que reconozcan su necesidad y quieran ser sanos. Esa fue su misión y es la nuestra también. Traer salvación y esperanza a corazones destruidos por el pecado.

Tengamos el corazón que el Señor busca encontrar para poder ser tratados por El. Y seamos parte activa y comprometida de este gran proyecto llamado iglesia.

 

¡Bendecida semana!

Pr. Matias Cortez.

 

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