Sonar, romper, brillar [Jueces 7:15-16]

 

 

En la vida, me han pasado cosas de las más ridículas como caerme en un lugar público a la vista de muchas personas; hacer un chiste y que nadie se ría por desubicado; fui inoportuno al visitar a alguien; y, también, me pasaron cosas muy asquerosas que se relacionan con la incontinencia de ciertas necesidades fisiológicas en público.

Sin embargo, nunca pensé en lo ridículos que se deben haberse sentido los soldados de Gedeón.  Para ir a la guerra, les dieron una trompeta, una vasija de barro (cántaro) y una antorcha (tea ardiendo).  Tres armas de las más irrisorias para ir al combate. Es similar a que en la actualidad nos mandaran a la guerra con una corneta, un tupperware y un encendedor.  Pero, más ridículo e irónico aún, es que, con esas armas triunfaron.  

Dios, que es un estratega excepcional, hizo lo mismo con nosotros.  Él nos dio tres armas de las más raras, pero de las más efectivas que existen para la guerra.  Nos dio una vasija de barro: nuestro cuerpo, frágil y de un material desechable (polvo).  Una trompeta: la posibilidad de tener una voz profética en el mundo donde las palabras que se escuchan son de muerte, desánimo, desesperanza, falta de amor, destrucción y perdición.  Y una tea (antorcha), la luz de la presencia del Señor en nosotros.

La estrategia sigue siendo la misma: “Levántate porque Él entregó a los madianitas en nuestras manos”.

Así como los soldados tuvieron que hacer según el ejemplo de Gedeón, también nosotros tenemos que seguir el ejemplo de nuestro más grande y único líder Jesucristo.

Necesitamos tocar la trompeta de la voz profética que hace que las cosas sucedan.  Nadie conocería el amor de Dios, si no se le hablara de Él.  Nadie sería capaz de vencer su depresión, si alguien no le cuenta que Jesucristo puede sacarlo de ese estado.  Nadie podría ser libre, si alguien no le habla (proclama) la Palabra de Verdad.

Romper el cántaro es hacer morir lo terrenal en nosotros: celos, iras, contiendas, desordenes sexuales, vicios, etc.  para que la luz (tea) de Cristo resplandezca hacia todo nuestro entorno.  

A veces, puede parecer ridículo lo que Dios hace, pero te aseguro que si seguís sus órdenes la victoria está garantizada sobre cualquier enemigo que enfrentes.

Nunca dejes de proclamar su Verdad.  Nunca dejes de crucificar tu carne todos los días para que siempre resplandezca la luz de la presencia de Cristo.

 

Pastor Carlos Ibarra.

 

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