Los seres humanos queremos saber el por qué y el para qué de todas las cosas. No son sólo simples interrogantes, sino que necesitamos tener el control de la situación. Necesitamos saber qué está pasando para sentirnos arrogantemente seguros.
Esa arrogancia nos hace ser irreverentes delante de Dios. Aún aquellos que somos sus hijos luchamos con ese gen maldito de querer saberlo todo. Nos pone incómodos no encontrar respuestas a lo que nos está pasando, y como no lo entendemos, responsabilizamos a Dios. Tratamos a Dios de ignorante, de ser un distraído que no sabe como manejar las cosas. Lo culpamos y pensamos, actuamos y vivimos, como si las cosas pasaran porque Dios es incapaz de controlarlas o modificarlas.
Job era justo delante de Dios pero se creyó con derecho de cuestionarlo. Es cierto que enfrentó grandes y angustiantes pérdidas económicas, familiares y de salud. También es cierto que tenía frente a él amigos prejuiciosos que le agregaban más carga a su alma. Encerrado en sí mismo y sin respuestas se atrevió a decir que él alegaría su causa con Dios. Que iría a un pleito legal con Dios. (Job 13:3)
Los invito a que lean por favor los capítulos 38 y hasta el 41 también. Ahora es El quien pregunta.
Cuando no entendemos lo que está pasando solemos transformarnos en sabelotodos arrogantes. Cuestionamos a Dios por lo que está haciendo o por lo que está permitiendo que suceda. A veces es peor, porque somos capaces de cuestionarlo porque, teóricamente, no está haciendo nada. Su aparente indiferencia nos fastidia. Su aparente inoperancia nos carga de una ansiedad vanidosa e irreverente.
El Señor sentenció de escaso y limitado el conocimiento de Job. Lo humilló con preguntas imposibles de responder para un mortal. Lo desafió con preguntas de calibre omnipotente. Le hizo entender su ignorancia con preguntas de eterna sabiduría. (Insisto, lea los capítulos 38 al 41, por favor)
Cuando es Dios quien pregunta, nos obliga a callarnos la boca. Todo lo que podamos decir serán necedades. Nuestra arrogancia hace inevitable que seamos humillados. Su interrogatorio nos dejará sin palabras y nos guiará a reconocer, como lo hizo Job, que: “sé que todo lo puedes, y que nadie puede detenerte…. hablaba cosas sobre las que no sabía nada, cosas demasiado maravillosas para mí…. hasta ahora sólo había oído de tí, pero ahora te he visto con mis propios ojos. Me retracto de todo lo que dije, y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento».” Job 42:2-3, 5-6 NTV
Si estás preguntándote: ¿Por qué te pasa esto a vos? O ¿Por qué tuviste que perder? O ¿Qué mal hiciste para merecer esto? O ¿Por qué está sucediendo lo que sucede? O ¿Cuándo va a terminar? O ¿Por qué tenemos que enfrentar esta pandemia? Espero que no se te ocurra cuestionarlo a Dios, o peor aún, culparlo por las situaciones que te tocan enfrentar.
Su grandeza y poder son eternos. Su sabiduría es sublime. Su conocimiento es sin fin. Su amor y bondad son incondicionales!!Descansemos humildemente en la fe. Confiemos que Él sabe, Él gobierna, Él cuida, Él da fuerzas, Él nos ama, Él nos sacará enriquecidos!!
Buena semana!!
Ptr. Carlos Nelson Ibarra