El "padre de la fe" tuvo como virtud la capacidad de obedecer sin reparar en lo que vendría en el futuro. Según el verso 11:31, el que salió de Ur llevando a sus hijos para ir a tierra de Canaán fue Taré y después de su muerte en Harán, Dios le recuerda a Abram la razón por la cual lo había sacado de la ciudad en la que se crió.

Dios le proveyó varias cosas:

  • Un desafío: "vete de tu tierra y de tu parentela"
  • Una incertidumbre: "a la tierra que yo te mostraré"
  • Cuatro promesas:
    • "haré de ti una gran nación"
    • "engrandeceré tu nombre"
    • "pagaré a los demás según se porten contigo"
    • "en ti serán benditas todas las familias de la tierra"

El desafío "vete" demanda obediencia, la incertidumbre de "cuál será la tierra" hizo que se mantuviera dependiente y las promesas eran la energía que lo llevaban a caminar.

Obediencia es acción.  El verso 4 comienza con tres extraordinarias palabras "y se fue".  Decidió movilizarse.  Abrazó el desafío, entregó las incertidumbres a Dios y se energizó con las promesas.

¿Cómo estamos respondiendo a los desafíos de Dios?

¿Somos tan categóricos en la respuesta como lo fue Abram o dejamos que las incertidumbre nos detengan?

¿Confiamos plenamente en las promesas del Señor?

¿Son ellas la energía que nos moviliza en la vida?

Dios nos ha dado Palabra para que vivamos por Él y para los propósitos de Él.

Es normal que no conozcamos muchas cosas de nuestro futuro. Él es el único omnisciente.

Ahora, no es para personas como nosotros quedarnos estancados en Harán sin movernos en obediencia a lo dicho por Dios.

Nosotros somos de los que se alimentan de una confianza ciega en Sus promesas.

No dejemos que las incertidumbres nos detengan.

Entreguémoslas en Él pues, "en Sus manos están mis tiempos".

Bendigo tu vida para que se caracterice por una obediencia dinámica.

Que Sus promesas sean tu energía de cada día.

 

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