Las trampas son accesorios o estrategias que tienen por objetivo atrapar, limitar, matar a algo o alguien.

Necesitamos entregarnos confiados a las palabras y a las demandas de nuestro Señor, para que la fe esté libre y en acción.  Esa realidad de la vida espiritual, muchas veces, choca con nuestra humanidad.  Humanidad que no nos deja ver lo que sucede en la soberana voluntad de Dios.

Jesús dijo: “denle vosotros de comer” (Mc. 6:37).  Esa orden chocó con la trampa del materialismo.  Fue Felipe el que le dijo: “doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco”.

Dios pide algo y, ante el desafío, suele brotar de nosotros la imposibilidad económica.  Es una trampa que atrapa la fe y no la deja desarrollarse.  Nos atrapa y nos imposibilita ir por aquello que Dios nos desafía.  Él es el dueño de todo.  Él es el proveedor de todas nuestras necesidades.  En Él, nada nos falta.

Jesús no recriminó a Felipe.  Solo siguió adelante con su plan de alimentar a las personas necesitadas.  Ni siquiera nuestra falta de fe limita el obrar soberano del Señor.

Jesús oró, el milagro se ejecutó, la bendición alcanzó y sobró.

No dejes que el tamaño de la inversión que tengas que hacer en obediencia al Señor, sea una trampa para tu fe.  Nunca dejes que el valor económico del desafío te limite.  Jesús siempre es fiel.  Él nunca pronuncia una palabra que luego no se ejecute.  Lo que Él dice sucede:  “Denle vosotros de comer”, dijo.  La historia terminó con los discípulos dándole de comer a la gente. 

Que tu fe nunca se vea atrapada por la trampa del desafío económico.  Si Jesús lo dijo, Él se encargará de que suceda.

 

Pr. Carlos Nelson Ibarra

 

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