Hace algún tiempo leí una frase que decía: “mejor que ganar una pelea, es evitarla”.

Pienso en los tiempos que vivimos.  Tiempos de violencia, de mentiras, de muertes, de estafas, de corrupción, de mal hablar, de insultos, de agresión verbal, etc.

Tiempos en los que es común la intolerancia y el estar prontos a “salirnos de las casillas”.  Tiempos en los que nos sentimos con el derecho de pelear por lo nuestro con toda la violencia posible, porque debemos superar al contrincante.   No podemos perder la pelea.

No tenemos permiso divino de sacarnos de las casillas.  Por el contrario, según Pablo debemos quitar de nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia y malicia… (Ef. 4:31).

Existen personas que están desquiciados, que solo piensan en ganar la discusión como sea.  Nunca reconocen ni respetan al otro que, en cosas terrenales, piensa diferente.  

Pero, también, están los que intentan honrar a Dios y su Palabra.  Personas que no se quedan en una forma de pensar terrenal y humana.  Personas que van aprendiendo a pasar por alto las ofensas.  Entienden que es un altísimo grado de honra no prestar atención a la ofensa para evitar una pelea.  Muchas peleas se pueden evitan con la grandeza de pasar por alto la ofensa recibida.

No darle demasiada relevancia a una ofensa nos acerca a ese modelo que Dios tiene preparado para el ser humano.  Un hombre perdonado y que sabe perdonar.  

Para los que luchan con sus reacciones alocadas, es un buen tiempo para actuar honrosamente…

Y… para todos es un buen tiempo para evitar una pelea en vez de esforzarse en ganarla.

 

Pastor Carlos N. Ibarra.

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