Cuando Dios habita en una ciudad, la verdad y la sanidad son mojones inamovibles en ese sitio.

El profeta dice que habrá ancianos de muchos días viviendo confiados.  También agrega que las calles estarán llenas de muchachos y muchachas (niños y niñas, dicen otras versiones).  Si hay niños alegres, hay esperanza para el futuro.  Cuando una generación de infantes viene creciendo, hay un futuro prominente para esa sociedad.  

Dicen los sociólogos que el índice de natalidad en Europa ha bajado considerablemente.  Algunos estiman que, de seguir así en 50 años, no quedará ningún descendiente de los habitantes originales.  No hay generaciones nuevas, no hay niños corriendo por sus calles, no hay futuro para esas etnias.

Cuando Dios interviene en una sociedad siempre trae alegría y crecimiento saludable a los niños.  La estrategia diabólica siempre fue matar a las generaciones emergentes.  Lo hicieron Faraón y Herodes en sus respectivos momentos.   Hoy, Satanás mata la niñez con el abuso infantil, la “distorsión” de género, el desmembramiento familiar y el mal ejemplo de los adultos que tienen que formarlos.  

La esperanza de una sociedad está en sus niños.  Lo excelente del futuro está en cuidar y formarlos en aquellos valores eternos de la Palabra de Dios.  Que a temprana edad conozcan la fiel y amorosa soberanía del Señor hace que crezcan sanos, fuertes y santos para Dios.  Hoy hay congregaciones enteras que están sucumbiendo por el envejecimiento de sus miembros.  Mueren por no invertir en la niñez.   

Nunca dejemos de invertir tiempo, dinero, esfuerzo y dedicación en los niños.  Verlos jugar con alegría en nuestro lugar nos debe llevar a glorificar a Dios.  En la alegría y la salud de los “más bajitos” está garantizada la esperanza de un futuro venturoso. 

 

Pr. Carlos Nelson Ibarra

 

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