Servir a Dios requiere exclusividad.  Existo para servir en Su propósito.  No se puede servir a Dios y a otras cosas.  No puedo creer que sirvo a Dios cuando busco egoístamente mis propios beneficios.

Servir a Dios significa sacar todo aquello que estorba mi relación con Él.  También significa que debo hacerlo con todo lo que soy y todo lo que tengo.   No existe un lugar único o un momento extraordinario para servirle, a Dios se lo sirve siempre y en todo lugar.  Lo podemos servir como ministros en la iglesia, pero también lo servimos como padres, como hijos, como jefes y como empleados.

Josué desafió al pueblo para que tomen una decisión.  Servir a Jehová o buscar a quien servir.  Parece ser que no podemos estar sin servir, porque o servimos al Señor o servimos a otros intereses (dioses).  El desafió involucraba hacerlo con integridad y en verdad.   Pero también involucraba un servicio familiar.  Josué hace una afirmación (v. 15): “yo y mi casa serviremos a Jehová”.

Servirle es un privilegio que Dios nos da.  Él no necesita de nuestro servicio.  Con sólo decirlo, creo la luz.  Con sólo soplar, le dio vida al ser humano.  Le puso límites al mar.  Alimenta y cuida de las aves.  Él sabe arreglárselas solo.  No es alguien necesitado que espera que vos y yo le ayudemos.

A nosotros nos hace bien servirle, somos nosotros los necesitados.  Él nos eligió para que hagamos buenas obras.  Aquellas que Él preparo de antemano.  

Estar al servicio de Dios es un extraordinario privilegio.  Nuestro Señor que tiene toda capacidad y todo conocimiento recluta a simples, falibles y limitados mortales en quienes confía para ponerlos a su servicio.

Servirle sólo es posible por Su gracia.  Servirle no es un acto de la voluntad humana, sino una posibilidad misericordiosa que Él nos da.

 

Buena semana!!

Ptr. Carlos Nelson Ibarra

 

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