Los fundamentos son los principios originales sobre lo que se asienta algo. Son la base sobre la que se construye un pensamiento, una conducta o un edificio.

El salmista se pregunta qué podrá hacer una persona recta si le destruyen los fundamentos, valores o principios sobre los cuales edifica su vida.  Básicamente se queda sin sustento, “se queda en el aire”, diríamos.  No hay nada que lo sostenga.

Aún en medio de esta pandemia, vemos que se insiste sistemáticamente en querer destruir los valores (fundamentos) establecidos para nuestro bien.  Están queriendo destruir los principios sobre los cuales intentamos construir una vida piadosa.  Golpean contra la identidad bíblica del ser humano.  Llaman a lo bueno malo y a lo malo bueno.  

Sólo Dios es capaz de establecer fundamentos firmes, estables y eternos sobre los cuales todos podamos edificar una vida bendecida y en paz.  Es imposible destruir los fundamentos divinos aunque el ser humano, en su vanidad y pecado, se esfuerce por querer eliminarlos o tergiversarlos.  La soberbia humana quiere negarlos y dejarlos sin efecto, pero es imposible.  Los fundamentos divinos nunca serán destruidos. 

Los fundamentos de la gracia del Señor siguen intactos e indestructibles.  Su compromiso estable y constante de amarnos y Su eterna justicia nunca dejarán de ser.  Debemos mantener en santo equilibrio estos valores.  Nadie nos ama más que Dios.  Pero, tampoco, nadie nos pone más límites que Él.  Esos límites son una manifestación clara de Su amor y justicia.  No es un amor humano y permisivo, sino un amor puro, limpio y eterno diseñado para nuestro bien.  No se trata de justicia humana y corrupta; se trata de una justicia verdadera y confiable de un Dios que nunca miente.

El amor y la justicia de Dios son valores eternos.  Son sustentos de nuestra fe.  Los justos sabemos que esos fundamentos nunca serán destruidos.  El Señor “por siempre es”, nunca dejará de ser.  ¡Aleluya!

 

Ptr. Carlos Nelson Ibarra

 

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