Cuando cursaba la escuela primaria era un niño un tanto introvertido. Creo que por haber llegado de la zona rural a cursar mi segundo grado hizo de mí una persona temerosa. Mi primer grado lo curse en la Escuela Nº33 del paraje Piedra Echada, donde en toda la escuela éramos 11 alumnos… la diferencia era enorme! 42 alumnos en mi salón… cerca de 300 niños corriendo en el recreo… era, literalmente, un mundo nuevo y caótico para mí.

Reconozco que siempre fui buen alumno y en medio de ese caos interior comencé a hacerme amigo de los más “vagos” del curso… uno de ellos (repitente) lo apodábamos el “gordo Pinilla”. Era el guapo de la escuela. A ese había que tenerle respeto porque si no te “fajaba”. Comencé a ayudarlo con las materias que le costaban y empezó a experimentar una leve mejoría en sus notas, eso unió mucho nuestra amistad a tal punto que un día me dijo: “Carlitos, si alguien te quiere pegar, yo te defiendo”. Uahh!! Él era por mí!!! Me dije: “ahora ¿quién contra mí?”

La sensación de seguridad interna que tenía fue sorprendente. Sabía que si otro pibe quería hacerme daño solo tenía que decirle a “Pinillita” (como lo apodé) y él se encargaría de mi ofensor.

Hoy, ya siendo un hombre cristiano, veo que el mismo ofrecimiento que hizo Pinillita, nos lo hace Dios… ¡Él es por nosotros!

La realidad divina de su protección y cuidado debe llenarnos de la seguridad interior de que cuando nuestro adversario quiera venir a dañarnos, tenemos al Dios eterno, al Dios omnipotente, al Todopoderoso de nuestro lado.

Nuestra fe necesariamente tiene que experimentar un crecimiento para que el miedo, la soledad y el aislamiento no tengan lugar en nosotros porque: “Si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros?”

¡Buena semana¡

 

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