Al recordar a los hermanos de Filipos, Pablo se movilizaba gozoso a orar por ellos. La gratitud a Dios por esos hermanos era tanta, que lo animaba a seguir adelante.  No lo dice la carta, pero quizá recordaría a Lidia y su familia, o al carcelero y su familia que lo hospedaron y curaron, aquella noche de libertad y salvación.  O quizá aquella muchacha endemoniada ahora era parte de la congregación….  

La gratitud no sólo era por los filipenses, sino que la enfoca en la realidad de que eran partícipes de la comunión del evangelio.  ¡¡Qué sublime motivo para darle gracias a Dios!!

Era una gratitud que tenía un profundo enfoque práctico. No sólo participaban de ser hermanos en la fe, sino que también lo eran en la proclamación de esas buenas noticias.

Más de una vez nosotros solemos perder de vista lo que Dios hizo en el pasado y se apaga la alegría y gratitud de ser hermanos en la fe.  La desilusión que provocó su conducta inapropiada me amarga y no me deja ser agradecido a Dios por la vida de mi hermano. Perdemos de vista que somos agentes de salvación que cooperamos juntos para la proclamación del evangelio.

Pablo se alegraba en la comunión. Tenía un cariño amoroso y desbordante hacia sus hermanos de Filipos por la cooperación que ellos brindaban a la hora de proclamar el evangelio.

No hay mayor comunión, alegría y amor que el manifestado a la hora de cooperar en la proclamación del evangelio. Pablo viajaba y hacia la tarea práctica. Y los hermanos de Filipos proveyeron muchas veces para los viajes y las necesidades personales el apóstol.

Que gran gozo y alegría probemos disfrutar cuando somos hermanos en Cristo y trabajamos juntos en proclamar Su evangelio. Nunca dejemos de alegrarnos mutuamente por ser hermanos en la fe y nunca dejemos de proclamar ese evangelio que nos transformó a nosotros para que transforme a otros muchos también. Algunos irán llevan dos el mensaje y otros apoyarán desde su lugar en oración y ayuda económica también. 

 

Buena semana!!

Ptr. Carlos Nelson Ibarra.

 

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