“Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien”

La vida de Nehemías es una de las historias más emocionantes que encontramos en la Biblia. Un hombre que estando rodeado del confort de la corte recibe las noticias de la humillación y la vergüenza que estaba pasando su pueblo. Esto carga su corazón, clama a Dios y acepta el llamado que Dios le estaba haciendo. Pero cuando llega a Jerusalén se encuentra con su pueblo derrotado y completamente desanimado. 

Hay un mal que es uno de los más fuertes de nuestro tiempo, sobre el cual se ha debatido, se han escrito tratados e inclusive ha sido la inspiración de expresiones artísticas. Estoy hablando de la apatía. Lamentablemente se convirtió en una marca distintiva de nuestros días. La apatía es falta de pasión. Este era el estado del pueblo de Israel. La realidad tendría que haber desanimado a Nehemías. Las murallas estaban destruidas desde hace décadas, pero su pensamiento permaneció firme en lo que Dios había hecho hasta allí y expectante por lo que haría en el futuro. 

Necesitamos recuperar un corazón apasionado por Dios y lleno de intensidad para caminar lo que él tiene por delante para nosotros. Nehemías tenía una pasión que inspiraba a los demás. Uno de los muchos que reconstruyó la muralla fue Baruc, Nehemías 3:20 dice que construyó su parte con entusiasmo. Fue tal la pasión del pueblo que terminaron la construcción de la muralla en solo 52 días.

A un corazón apasionado no lo detiene ni las dificultades, ni la oposición, ni las limitaciones de recursos humanos o materiales. Comprende que, así como Dios estuvo en el pasado como había estado con Nehemías, seguirá estando en el futuro con la misma fidelidad. 

¡Levantémonos y edifiquemos! ¡Esforcemos nuestras manos con pasión en nuestro corazón! 

El Señor va delante nuestro.

 

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