¡Que vuelvan! [Génesis 44]

José es un ejemplo de perdón y restauración de lazos familiares que permanecieron desechos durante años. Esta inolvidable historia refleja el proceso que emprende nuestro corazón cuando decidimos perdonar.

Los hermanos de José se presentan ante él por segunda vez, sin saber que era aquel hermano que habían abandonado para que muera. José los había reconocido desde la primer visita, le costó recomponerse de aquel impacto ¡Claro! ¿Quién puede olvidar a agresores de ese calibre? Cuanto más si se trata de tu familia.

En esta segunda visita, José toma una reacción impensada. Les tiende una trampa para que vuelvan a él. Los acusa de robo y antes que salgan de la ciudad los hace volver. Busca tomar como esclavo al hermano menor, Benjamín. Podemos hacer varias lecturas de este llamativo recurso que utilizó José.

Lo primero, es claro, nunca dejó de amarlos. Los quería cerca de vuelta, como sea.

Lo segundo, a pesar de amarlos, tenía una herida que todavía sangraba. Siendo el segundo de faraón una orden suya bastaba para hacerlos volver delante de él. Sin embargo, se tomó el tiempo de armar un plan. Los acusa, los asusta, y los hace temer por sus vidas. ¿No es acaso lo que ellos hicieron con él? ¡Claro que sí! Evidenció su necesidad de pagarles con la misma moneda, aunque sea por un momento. Y eso es lo que hacemos cuando tenemos una herida sangrante.

En tercer lugar, ¿Por qué eligió a Benjamín para que sea su siervo? Sencillo, José quería lo mejor de los dos mundos.

Su intención era dejar ir sus diez hermanos traidores, pero quedarse con el menor, que no le había hecho nada. De esta forma no perdonaba, pero tampoco se quedaba sin familia. A eso llamo “negociar con tu propio dolor”. Es caminar en la cornisa, entre un perdón malogrado y la necesidad inherente de sentirnos amados y acompañados.

Nada salió como José lo planeo. Porque “Dios estaba con él”, y cuando Dios comanda tu vida, no acepta nada a medias. Nos perdonó y mira que perdonamos. Nos amó y espera que amemos. Y si, José estalló. Demasiada presión en la mente, demasiado dolor en el corazón. Con un solo grito dio fin a esa tortura de años “¡¡¡Soy José!!!”. Silencio en la sala, y comenzó la impensada restauración. Dio inicio al verdadero perdón.

El camino hacia la restauración comienza cuando podés identificar quién sos y que lugar ocupas en esa historia que tanto te duele. “¡¡Soy José!!!” Soy yo, al que lastimaron, al que abandonaron. Soy yo el que molestaba y decidieron borrar. Soy el que no recibió explicaciones, el que sobrevivió, pero nunca sanó. Soy yo, el que los puede matar y olvidar, pero los necesita y los ama como el primer día. ¡¡SOY YO!! ¡¡SOY JOSÉ!!.

Mi oración es que Dios revele quien sos en esta historia. Te de palabras donde hoy no hay, y te de amor donde se extinguió la esperanza. Reconocete dolido, expone el corazón y toma hoy la decisión. Antes que salgan de tu vida, da la orden: “¡¡Que vuelvan!!” al igual que con José, Dios esta con vos, y ya se está encargando del resto.

Ivana Sanhueza

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