Soy yo y hablaba de cosas sobre las que no sabía nada [Job 42:1-3 NTV]

1 Entonces Job respondió al Señor:

2 «Sé que todo lo puedes,

    y que nadie puede detenerte.

3 Tú preguntaste: “¿Quién es este que pone en duda mi sabiduría con tanta ignorancia?”.

    Soy yo y hablaba de cosas sobre las que no sabía nada,

    cosas demasiado maravillosas para mí.

 

¿Te encontraste en esta posición delante de Dios, cuestionando Sus tiempos, procesos y formas? Casi con seguridad que, como yo, vos también. 

También como Job, sabemos que Dios todo lo puede y que nadie puede detenerlo. Sin embargo, -de tanto en tanto-, y especialmente durante procesos largos, no podemos hacer que esta verdad funcione para sostenernos. 

Reconocemos que, a pesar de las circunstancias de la vida, el Omnipotente nos ha sostenido, porque si no, yo no podría estar escribiendo esto, ni vos leyéndolo, y que siempre Dios ha sido fiel. Sin embargo, ponemos en duda Su sabiduría exponiendo nuestra ignorancia sobre aquello que decimos conocer de Dios.

La palabra “queja” (en RVR1960), está mencionada 21 veces. Siete veces en el libro de Job. Eso es el 30% de las veces. Así que, podemos tomar este alegato final de Dios, como el alegato de Dios contra nuestras quejas, porque eso es esto que llamamos “cuestionamientos”.

La respuesta de Job que vimos llegó luego de la pregunta que Dios le hizo a él (Job 40.2). Le preguntó: "¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda esto". Y Job tuvo que reconocer, como probablemente responderíamos nosotros si Dios nos preguntase sobre los planteos que a veces le hacemos, “hablaba de cosas sobre las que no sabía nada”.

¿Hablamos quejas? ¿será porque hablamos de lo que no sabemos? ¿será porque nos falta amar más a Dios? Abandonemos esta práctica que confronta a Dios porque según las Escrituras “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom. 8.28), y sabemos que esta es la verdad.

Así mismo, aunque dura, la palabra “queja” es pariente más cercana de lo que parece de la “rebeldía”, y ésta es, lisa y llanamente, “desobediencia” a Dios.  En Deuteronomio 1.24-26 se ve claro el vínculo entre estas tres palabras. Allí, podemos leer las consecuencias de “quejarse” -en este caso-, de la tierra que Dios le había prometido al pueblo de Israel “… no quisisteis subir, antes fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios;”  

¿Cómo no quejarnos? si genuinamente los motivos parecieran cada día ser mayores! Sin embargo, recuerdo que ya hace casi 50 años esto ya era así. En las Iglesias se oían insistentemente sobre dos temas, uno era “clamar por un avivamiento”, y el otro eran las referencias a “los últimos tiempos”.  Sin embargo, las vivencias de “últimos tiempos” ni por asomo llegaban a las de hoy. Dicho esto, entonces, nuevamente ¿cómo no entrar en “queja”? La respuesta nuevamente está en La Cruz. Dicen las Escrituras sobre Jesús: “«Como oveja fue llevado al matadero. Y, como cordero en silencio ante sus trasquiladores, no abrió su boca.” (Isaías 53.7 y Hechos 8.32). Así que, como verdad bíblica reflejada en Jesús mismo, para no quejarnos hay que: “No abrir la boca” y permanecer “en silencio”. Esas son las actitudes que el proceso de santificación debe producir.

 

Dios bendiga nuestra semana!

 

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