Buscar a Dios en su silencio [Mt. 15:23; Sof. 3:17]

Cuando atravesamos momentos de aflicción; desilusión y también de amargura, nos sentimos como si nos arrancaran el corazón. Abatidos en esas circunstancias; anhelamos escuchar la dulce voz del Maestro a través de su Espíritu Santo que nos diga: Aliéntate!!; Levántate!!; pero en vez de eso, solo nos encontramos con el silencio, como se encontró en ese momento la mujer cananea.

Nos cuesta aceptar, comprender ese silencio y esperar. De esta forma herimos sin querer, con nuestros corazones débiles e impacientes la ternura y el amor de Dios tan profundo que siempre están en y sobre nosotros.

El silencio de Jesús es tan elocuente como sus palabras. Les mostró a sus discípulos como se revelaba al final; la verdadera fe de la mujer cananea, sanando a su hija. También pudieron comprobar que Dios no hace acepción de personas.

A muchos de nosotros en tiempo de dificultad nos comienza a disminuir también la verdadera fe y no debe ser así. En medio de la prueba Dios está mostrándonos un profundo propósito de bendición espiritual. Si no nos contesta ahora es para nuestro bien.

Vemos en Sofonías 3:17 “Jehová esta en medio de ti, poderoso, el salvará;… callara de amor, se regocijara sobre ti con cánticos.”

¿Qué debemos hacer entonces en momentos de silencio de Dios? Alabarle con todo nuestro ser!!

No nos desesperemos. El salmista en Salmo 43:5 le dice a su propia alma: ¿Por qué te abates alma mía, y porque te turbas dentro de mí?

Esperar en Dios, porque aún he de alabarle ¡Salvación mía y Dios mío!

Vemos como Dios guarda silencio muchas veces y aunque no tengamos explicación de lo que hace, lo comprenderemos después.

Dios guarda silencio por amor. Ama más de lo que las palabras pueden expresar.

De este modo nosotros aprendemos a confiar en Él y amarle cada vez más en el Espíritu.

Devocionales anteriores