Nuestro adversario, el diablo siempre busca hacernos mal, quiere destruirnos y alejarnos del Señor. Su odio hacia nosotros es inmenso. No soporta vernos disfrutar de la gracia de Dios. No soporta ver la misericordia divina derramándose sobre nosotros en perdón y salvación.
Para los ángeles desobedientes no hay perdón, ni misericordia, ni gracia. Ángel que peca, es expulsado del cielo a la condenación eterna preparada para los desobedientes.
Todos queremos que el diablo deje de molestarnos con sus asedios malignos.
Dios nos promete que satanás va a huir de nosotros. Se tiene que ir “corriendo” de nuestro lado. Tiene que salir presurosamente derrotado de nosotros.
Esta realidad bíblica nos entusiasma y fortalece. Pero hay dos condiciones o demandas divinas para que esto suceda: 1- Someternos a Dios. 2- Resistir al Diablo. Queremos que el diablo huya de nosotros, pero no nos sometemos a Dios. Creemos que con resistirlo alcanza.
Pararse a resistir es un error muy común en el ser humano, por creer que lo podemos todo. Eso es soberbia, y Dios lo resiste. La autosuficiencia nos traiciona y nos olvidamos de someternos a Dios. No hay otra manera de que las cosas sucedan, sino es a Su forma. La capacidad de resistir al diablo se nutre de las fuerzas sobrenaturales del Señor cuando nos sometemos a Él. Nunca podremos resistir al diablo, y mucho menos huirá de nosotros, si no nos sometemos a Dios.
El someternos a Dios es dejar de lado nuestra autosuficiencia para hacer de Él nuestro refugio y fortaleza. Es humillarnos ante Él reconociendo que solos no podemos. Es escondernos en aquel que ya venció en la cruz. Es lanzarnos en plena confianza a los brazos del Señor pues Él nos cuida. Es entregarnos rendidos a Aquel que tiene todo el poder, toda la autoridad y todo el gobierno. Es entregarnos rendidos a Aquel que es amor y justicia. Es entregarnos rendidos a Aquel que es bueno y que por Su misericordia no hemos sido consumidos.
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”
La única clave que hará que el diablo huya de vos es que te sometas a Dios, luego lo resistas (aguantes sus embates) y recién ahí, el saldrá huyendo de tu vida y familia.