Mirando hacia adelante [Lucas 9:62]

Una mañana, la señora se durmió y salió muy apurada de su casa.  No desayuno, se subió al auto y mientras conducía decidió aprovechar el tiempo.  Repartía su atención entre el tránsito y el espejo retrovisor para observarse mientras intentaba maquillarse.  Se puso rubor, detenida en un semáforo se delineó los ojos y solo le faltaba pintarse los labios.  A pocas cuadras de su destino y sin detener la marcha, intentó pintárselos.  Mientras se miraba en el espejo, no percibió que el automóvil de adelante detuvo la marcha.  Fue inevitable la colisión.  Rompió su vehículo y, por supuesto, también el de la otra persona.  

Fue hasta risueño el “mamarracho” que le quedó en el rostro al mancharse los dientes y una mejilla con el color intenso de su lápiz labial.  

Es un hecho “tragicómico” que nos deja una gran enseñanza.  

No podamos conducir hacia adelante mirándo por el espejo retrovisor sin sufrir consecuencias.  No podemos marchar hacia adelante en el propósito del Señor distrayéndonos.  Jesús dijo que la prioridad estaba en mirar hacia adelante, no hacia atrás.  Quiere que pongamos la mirada y la atención en la labranza.  Lo mejor del Señor siempre está adelante.  Su supremo llamamiento está en el excelente plan de retiro que Él tiene para nosotros. 

El que pone las manos en el arado de la labranza del Señor y se distrae mirando hacia atrás, no está apto para el Reino.  Poner las manos en el arado, es hacer del Señor y su Reino la prioridad de la vida.  No hay permiso para distraernos por cosas o personas amadas que movilicen nuestras emociones tentándonos a mirar para atrás.  No se trata de abandonarlos en el sufrimiento o ser descortés con ellas, solo hay que poner toda nuestra atención en el Señor y su Reino. 

Acabamos de terminar los 40 días de ayuno y oración por Argentina y por una renovación personal.  

No nos distraigamos de la labranza.  Ya hemos puesto las manos en el arado.  Somos gente apta para el Reino.  Somos gente que siempre mira hacia adelante.  Debemos estar concentrados en la tarea, la labranza, la lucha que el Señor nos ha planteado.  Debemos mirar hacia adelante y arar la tierra para que podamos sembrar la semilla transformadora del evangelio.  Semillas de paz, de amor, de libertad, de perdón, de restauración, de reconciliación del mundo con Dios.  El Señor nos ha entregado el ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5:18). La labranza que el Señor nos manda a hacer, sin distracciones, es reconciliar al mundo con Él.  Sigamos adelante haciendo, por todos los medios posibles, que las personas se reconcilien con Dios.

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