Perdiendo para ganar [Marcos 8:35]

Conozco a personas que no les gusta perder a nada.  Se ponen de mal humor cuando pierden.  Juegan a algún deporte para pasar un rato, pero si pierden se les decae el semblante.  Juegan a algún juego de mesa y les pasa lo mismo.  Jueguen a lo que jueguen, no pueden perder porque sienten la frustración del ego herido.  En realidad, a ninguno de nosotros nos gusta perder.

¡Ojo!  No estoy diciendo que una sana competencia sea mala, pues creo nos ayuda a crecer y mejorar.  Hablo de nuestras actitudes internas a la hora de aprender a perder.  A la hora de aprender a darnos cuenta que según Dios perdiendo, ganamos.

Es curioso ¿No? “perder la vida para salvarla”.

Dios sabe que con nuestra autosuficiencia egoísta nunca vamos a poder salvar nada.

Sabe que necesitamos dejar de creer que “solos podemos”.

Sabe que siempre que intentemos salvar algo egoístamente lo vamos a perder.

Por el egoísmo perdemos oportunidades de desarrollo.  Perdemos ministerios.  Perdemos la integridad.  Perdemos amistades, familiares, conyugues, trabajos.  

¡Claro! Quisimos salvarnos egoístamente y en realidad lo perdimos.

El Señor nos plantea que, si de verdad queremos salvar nuestra vida, debemos perdernos en Él y en el Evangelio.  

Perdernos en Él es dejar de lado nuestras posturas, para abrazar Su estilo.  Es dejar de lado nuestra forma de ver la vida, para verla desde Su perspectiva.  Es dejar de lado las emociones de la carnalidad, para hacer florecer las del Espíritu.  

Perdernos en el Evangelio es hacer de esa “buena noticia” la razón de mi existencia.  Existo para anunciar a los demás que Dios los ama y que está dispuesto a perdonar todos los pecados si creemos que Jesucristo murió en la cruz por nosotros.  Esa buena noticia debe hacer que me pierda.  Que me pierda en la desesperación de salvar a alguien de la perdición eterna.  Que me pierda invirtiendo mi vida en despoblar el infierno para poblar el cielo.  

Pierdo en ciertos placeres egoístas, pero gano en ser agente de eterna salvación.

Aprendamos a perdernos en Él y su Evangelio.

¡Ganemos nuestra vida y la de muchos otros!

 

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