Periodistas también [1 Co. 9:16-18]

El 7 de junio se celebra en Argentina el Día del Periodista.  Esa fecha quedó establecida cuando el político, abogado y partícipe de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno, publicó “La Gazeta de Buenos Ayres”, el primer periódico del nacimiento del país un 7 de junio de 1810.  Posteriormente, el 25 de mayo de 1938 durante el Primer Congreso de Periodistas, realizado en Córdoba, quedó oficialmente institucionalizada esta fecha.

En algún sentido también los cristianos deberíamos vernos como “periodistas”, pues todos tenemos la vocación de anunciar al mundo una noticia, de hecho, una muy buena noticia: el evangelio.  Porque justamente eso es lo que significa la palabra “evangelio”.  Dicha palabra es la traducción que se da en el NT a la palabra griega euangelion, la cual significa esencialmente «buenas noticias».  En el griego clásico la expresión tenía, al menos, dos significados: la recompensa que se le daba a un mensajero al transmitir una buena noticia; y los sacrificios que se ofrecían a los dioses al recibir esas buenas noticias.  Posteriormente, en el griego helenístico, significó, propiamente: la buena noticia.  Según Tyndale, el famoso reformador inglés y traductor de la Biblia al inglés, significaba «buenas, alegres, gozosas y felices nuevas que al corazón del hombre hacen alegrar, lo hacen de puro gozo cantar, danzar y saltar».  Poética definición que ha tocado aquella cualidad interior que la hace una palabra viva.  El evangelio es la grata proclamación de la actividad redentora de Cristo Jesús en favor del hombre esclavizado por el pecado.

Con razón el apóstol Pablo dirá de su llamado a proclamar esta buena noticia: “Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentirme importante.  Lo hago porque Dios así me lo ordenó.  ¡Y pobre de mí si no lo hago!  Yo no puedo esperar que se me pague por anunciar la buena noticia, pues no se me preguntó si quería hacerlo; ¡se me ordenó hacerlo!  Pero entonces, ¿qué gano yo con eso?  ¡Nada menos que la satisfacción de poder anunciar la buena noticia, sin recibir nada a cambio!” (1 Co 9.16-18, TLA).

No te prives de sentir la satisfacción de poder anunciar el evangelio a quienes te rodean.  Después de todo, con tantas noticias negativas que se anuncian constantemente, te sorprendería comprobar que la gente está ansiosa de escuchar una buena noticia.  Y nosotros tenemos la oportunidad y el privilegio de compartir la buena noticia más maravillosa que alguna vez alguien pueda escuchar en su vida. Preparáte espiritualmente para la tarea. Entrenáte para hacerlo cada vez mejor. Estáte atento a las personas que Dios ponga en tu camino para que les anuncies el mensaje.  Y finalmente, gozáte con los ángeles del cielo cuando esa persona encuentre la salvación por medio del poderoso mensaje del evangelio.  ¡Adelante!

Hno. Gustavo Carrasco

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