INQUEBRANTABLE [Hebreos 10:23]

Hace un tiempo vi una película “Triunfo de espíritu” donde se relata la historia de un boxeador griego, judío, Salamo Arouch, que fue medalla de oro olímpico.  Fue capturado junto a su familia por los nazis y llevado al campo de concentración de Auschwitz. 

A los alemanes les gustaba montar espectáculos entre los prisioneros para amenizar sus veladas.  Un oficial alemán preguntó al grupo sí alguien sabia pelear.  Arouch, muy debilitado por el duro trabajo y la escasez de comida, estuvo a punto de callarse, pero cuando se enteró que el premio era una barra de pan… dio un paso al frente.  Sin árbitro y con las únicas reglas de que la pelea terminaría cuando se dejase KO a su oponente o cuando los alemanes la diesen por terminado.  Disputó el combate contra otro prisionero y consiguió dejarlo KO en el primer asalto.  Las veladas se repitieron dos veces por semana hasta llegar a disputar más de doscientos combates durante dos años contra otros prisioneros e incluso soldados alemanes sin perder ninguno.

El oficial al mando le recompensó trasladándolo a trabajar a la cocina.  Arouch aprovechó para alimentarse mejor y, de paso, sacar comida para compartir con sus compañeros cuando regresaba al barracón por la noche.  Aquel entretenimiento, al principio beneficioso, se convirtió en una tortura.  Los prisioneros derrotados desaparecían. Él sabía que estaba peleando por su vida, aunque sus victorias condenaban a otros a la muerte.  Si no gano, no sobrevivo – se repetía una y otra vez.   Arouch logró sobrevivir, se casó con Marta (también judía) con quien tuvo cuatro hijos y doce nietos.

Inquebrantable significa que no cambia, ni se debilita.  Que permanece sin quebrantarse o romperse.  Las personas inquebrantables son aquellas que tienen muy claro cuál es su foco y se ocupan de mantenerlo.  Salamo se mantuvo inquebrantable aún cuando toda su familia murió en los campos de concentración.  Él quería vivir y algún día contar su historia y la verdad sobre lo que vivió.

La invitación de la Palabra es a mantenernos firmes y sin titubear.  Mantener la fe aunque las circunstancias sean adversas, sabiendo que saldremos victoriosos, porque fiel es el que lo prometió.  Firmes y sin dudar, sin fluctuar, porque a diferencia de la historia de Salamo, Dios es quien pelea por nosotros (Ex 14:14).  Solo quédense tranquilos (2 Cr. 20:15) la batalla no es nuestra, sino de Dios. 

Tu fe tiene que ser inquebrantable, no tiene que cambiar o debilitar antes las situaciones que enfrentes porque se puede confiar en que Dios cumplirá su promesa, ese es nuestro foco.

Somos nosotros los que tenemos que anunciar que hay esperanza de salvación.  Siempre mantenernos firmes en su Palabra y con la seguridad puesta en Aquel que es invariable y sigue siendo Dios Soberano.

 

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