Ansiedad [1ºSamuel 13:8-14]

La ansiedad es uno de los males modernos que afecta al ser humano.  Deteriora nuestra vida mucho más de lo que imaginamos.  Tiene como combustible el temor.  Y es síntoma de no humillarnos delante del Señor.  Atenta directamente contra nuestra confianza en Dios.

Un hombre que nunca superó sus ansiedades fue el rey Saul.  Tuvo temor a quedarse solo, pues el ejército desertaba.  Tuvo temor de ser humillado y perder ante los filisteos.  Tuvo temor a que Dios, en la persona de Samuel, no llegara en el tiempo prometido.  Esos temores encendieron en él la ansiedad que trajo desesperación, auto engaño, conducta alocada y acortamiento de los tiempos de su función.   Se dejó “manijear” por sus pensamientos de derrota, “se dijo: ahora descenderán los filisteos contra mi…”.  Y arrogantemente declaró que “se esforzó…”.  Hizo algo creyendo que estaba bien, pero sin el permiso divino.  Se condujo alocadamente, pues actuó desobedeciendo a Dios y ofreció holocaustos (tarea exclusiva de Samuel, a quien debía esperar).  Se le acortaron los tiempos de su reinado, pues Samuel, en nombre del Señor, le declaró que su reino ya tenía fecha de caducidad y que Dios se proveería de un hombre conforme a Su corazon que pronto lo reemplazaría.

La ansiedad nos envenena el alma.  No le permitamos ganar lugar en nuestro ser.

Confiemos en la compañía y el cuidado del Señor para que el temor a la soledad y a las pérdidas no traicionen nuestra fe.  Confiemos plenamente en el Señor, El nunca llega tarde.  Puede tomarse hasta el último segundo, pero siempre llegará a tiempo.  El es nuestro pronto, justo y a tiempo auxilio en las tribulaciones.

“Hechemos toda nuestra ansiedad sobre El, pues El tiene cuidado de nosotros”.  1 Pedro 5:7

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