“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”
Si decidimos seguir la paz y la santidad haremos muy buen negocio. Obedecer a los mandatos de nuestro Dios y Señor siempre acarrea grandes beneficios. Sigamos el desafío de la santidad.
La santidad no consiste en poner cara de piadoso y hablar de forma extraña con términos religiosos. La santidad no es una careta o lenguaje. La santidad es la vida misma de Cristo fluyendo dentro de nosotros. Cuando fluye esa Vida, nos transforma por dentro y se hace claramente visible por fuera.
La santidad es un gran negocio, porque tener el corazón y los pensamientos limpios nos dan libertad. También libera la bendición de Dios para nosotros y nuestro linaje. Desata gracia, favor, paz y prosperidad. Habilita y destraba el fluir poderoso de Dios. Y hace que disfrutemos de Sus virtudes y amor.
La santidad de los miembros edifica la iglesia y la convierte en una congregación poderosa. No hay personas más poderosas en la tierra que la gente santa y llena de fe. La santidad nos permitirá ver a Dios obrando en nuestras vidas y entorno.
Todo verdadero avivamiento comienza con arrepentimiento de los malos actos (pecados) y con la santificación de nuestro ser (consagración). Ahí, veremos al Señor transformar vidas, hogares y la ciudad entera.
Si queremos tomar la tierra, ser como el polvo, extendernos y disfrutar de familias bendecidas. “Sigamos la paz y la santidad… y veremos al Señor hacer”.