Confianza plena [Salmos 25:1-2]

“A ti Jehová levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío”.

Pocos lugares en la Palabra de Dios expresan tan sinceramente el interior y los pensamientos de un hombre como el libro de los Salmos. Cuando uno los lee percibe de inmediato tanto el dolor y las dudas como las alegrías y las convicciones de quienes lo escribieron. Son una formidable manera que Dios nos proveyó para saber que no somos los únicos que nos sentimos en aprietos, en prueba, en persecución o en aflicción. Son oraciones a Dios nutridas de una tremenda sinceridad.

David comienza éste Salmo diciendo “A ti, oh Jehová, levantaré mi alma”. Él no dice que levantó sus manos, ni su voz, ni tampoco el sonido de los instrumentos; sino dice que levanta su alma. El alma es la parte más íntima de cada uno de nosotros, en ella se alojan nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestra voluntad. Dios conoce todo lo que pasa por nuestras mentes, lo que sentimos y aquello que moviliza nuestro corazón.

Con una idea equivocada muchas veces nos acercamos a Dios intentando reservar algunos aspectos de nuestra vida como si él Señor no los conociera, en otros casos guardamos ciertas costumbres protocolares delante de él como si a Dios fuese a quedar impactado solo con nuestras posturas externas, hay momentos en los cuales parecemos estar muy preocupados por nuestra diplomacia espiritual diciendo frases extensas e importantes que en muchos casos no tienen sentido en esos momentos de oración y en otros ni siquiera sabemos qué quieren decir. Sin embargo, éste salmo nos enseña que a Dios le agrada que seamos transparentes y honestos con nuestra frente a él. No sería sincero si en nuestros pensamientos hay pecados y elaboramos una oración elocuente para que Dios quede admirado; no habría franqueza en nuestro acercamiento si hay sentimos enojo, pero fingimos tener estabilidad emocional para que Dios no piense que somos inmaduros.

La clave está en confiar en Dios, entendiendo que su propósito no es avergonzarnos sino perdonarnos, que su objetivo no es burlarse o reírse de nuestro error sino restaurarnos y enseñarnos a vivir en integridad. Él no es tu enemigo, es tu Padre y tu pastor.

David fue un adelantado, estando a muchos años de vivir en el Nuevo Pacto ya había comprendido que nos podemos acercar confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

 

Bendigo tu vida.

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