Gimiendo esperanzados [Romanos 8.23-25]

En el año 1990 me tocó hacer la "colimba". Fui soldado en el regimiento de infantería XXIV de la ciudad de Rio Gallegos (acá no más, jeje)

Estaba muy lejos de mi familia y de mi amada novia (hoy mi esposa Dina). Extrañaba demasiado mi casa y afectos.

Era reconfortado mensualmente con alguna carta que llegaba desde “estos pagos”. Una de ellas llegó con la promesa de que el próximo envío era una encomienda con alfajores "Terrabusi" de chocolate.

!Mi alma cobró vida! No sólo por la promesa sino también porque !me encantan esos alfajores!

¡Me llene de esperanza! Fueron días de mucha expectativa y de un gemido interior raro... no malo, raro. Una mezcla de ansiedad y alegría por lo que esperaba confiado que llegaría.

La esperanza que tenemos en Dios es muy parecida.

Gemimos en nuestro interior porque las angustias y luchas de esta vida nos apremian.
Gemimos porque no queremos sufrir los dolores que nos ocasiona el pecado.
Gemimos esperando el "ser transformados en un abrir y cerrar de ojos".
Gemimos esperando el día de nuestra completa redención prometida por Dios.

Pablo habla de la más grande y única esperanza que sólo pueden tener los que andan según el Espíritu.

Esa espera es paciente porque sabemos que en algún momento llegará.

Esa espera es en confianza. Hoy no la vemos, pero sabemos que llegará. Creemos en quien lo prometió.

Pude confiar en las palabras de mi novia... pude confiar y esperar pacientemente la llegada de los alfajores "más ricos del mundo"...

Esperemos con paciencia y confianza el momento sobrenatural de nuestra redención y transformación final a la imagen de Cristo. Esa espera nunca nos avergüenza.

¡Buena vida! Llena de esa esperanza única que sólo nosotros podemos tener.

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